Durante décadas, Galicia fue mucho más que un rincón verde en el mapa, fue un nodo estratégico en la economía bélica mundial. El wolframio, un mineral discreto pero esencial, convirtió sus montes en escenarios de espionaje, contrabando y explotación minera. Hoy ese legado resurge entre debates sobre sostenibilidad, memoria histórica y oportunidades industriales. Y en el corazón de esta historia silenciosa se encuentra Barbantes Estación, sigue leyendo para descubrirla.
El metal que reforzó la guerra
El wolframio, también conocido como tungsteno, es uno de los metales más duros y resistentes al calor que existen. Durante la Segunda Guerra Mundial su uso fue clave para fabricar proyectiles perforantes, blindajes y maquinaria militar. Alemania, sin acceso directo a yacimientos, recurrió a España y Portugal para abastecerse y Galicia se convirtió en uno de los principales proveedores del Reich.
La fiebre del wolframio provocó una auténtica guerra comercial encubierta. Espías, diplomáticos y contrabandistas se movían entre minas y puertos gallegos. El precio del mineral se disparó y miles de trabajadores se sumaron a una actividad que transformó el paisaje y la economía local. El puerto de Valarés, en Ponteceso, por ejemplo, llegó a ser el principal punto de carga de wolframio en Europa mientras Estados Unidos presionaba a España para frenar las exportaciones al régimen nazi.
¿Renacer minero o riesgo ambiental?
En los últimos años, el wolframio ha vuelto a despertar interés por su uso en tecnologías avanzadas, defensa y electrónica. Galicia, con sus reservas aún latentes, ha sido objeto de nuevos proyectos mineros. Empresas como Eurobattery Minerals han adquirido derechos sobre yacimientos en A Gudiña (Ourense) con planes de explotación vinculados a la industria militar europea.
Sin embargo, la reactivación de estas minas no está exenta de polémica. En San Finx, por ejemplo, la reapertura ha sido bloqueada por vertidos tóxicos y conflictos judiciales. La Xunta ha dado luz verde a algunos proyectos, pero la oposición de ecologistas y comunidades locales pone en duda su viabilidad. El futuro de la minería gallega se debate entre la oportunidad económica y la protección ambiental
Minas, memoria y resistencia
Yacimientos como Monte Neme (Carballo), Varilongo (Santa Comba), San Finx (Lousame), Casaio (Valdeorras) y Vilanova (Ourense) se convirtieron en enclaves estratégicos. En algunos casos, como en Casaio, las minas fueron gestionadas directamente por empresas alemanas y cientos de presos republicanos trabajaron en condiciones extremas.
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La minería del wolframio dejó huella en la geografía, en la memoria colectiva y en los archivos de inteligencia internacional. Barbantes Estación, aunque menos conocida, formó parte de este entramado. Su estación ferroviaria, inaugurada en 1881, fue clave para el transporte de mineral. Aunque la documentación sobre su mina es escasa, aparece mencionada en rutas locales de senderismo y en relatos orales como parte del legado minero de la comarca.
Barbantes Estación: una mina con historia por descubrir
Entre Laias y Barbantes se encuentra una antigua mina de wolframio que, aunque olvidada por los grandes titulares, forma parte del patrimonio industrial gallego. Su entrada permanece abandonada, rodeada de vegetación, y es visitada por senderistas que siguen rutas como la de la Fonte Romana de Lagarellos o la iglesia de Santa María de Razamonde.
Durante la Segunda Guerra Mundial se cree que esta mina estuvo activa y vinculada al comercio estratégico del wolframio, aunque no alcanzó la notoriedad de otras explotaciones. Su estación ferroviaria fue clave para el transporte del mineral y aún hoy conserva un aire fantasmagórico que invita a la exploración y la reflexión.
Barbantes Estación es un símbolo de ese cruce entre historia y futuro. Recuperar su legado no significa necesariamente reabrir sus galerías, pero sí entender su papel en la identidad gallega y decidir, con conocimiento y sensibilidad, qué hacer con lo que queda bajo tierra.
Visitar Barbantes Estación no es solo una escapada rural, es una inmersión en la historia silenciosa de Galicia. Entre árboles, raíles y ruinas, se esconde el eco de una época en la que el wolframio movía el mundo. Hoy, ese pasado puede convertirse en una experiencia de turismo cultural, senderismo con propósito o reflexión patrimonial.
Desde HDOSO te animamos a descubrir lugares como este, donde el bienestar se une a la memoria y el paisaje cuenta historias que merecen ser escuchadas. Porque cuidar el cuerpo también es conectar con el entorno, y cada paso en la naturaleza puede ser una forma de entender mejor quiénes fuimos… y hacia dónde vamos.