Imagina entrar en un balneario sin moverte del sofá. No una simulación plana, sino una inmersión total: vapor que envuelve, luz que respira, sonidos que calman. Un entorno virtual donde el cuerpo no está, pero la mente cree estar. ¿Puede la tecnología replicar el bienestar termal? ¿O solo lo sueña?
En el metaverso, todo es posible. O eso dicen. Arquitecturas imposibles, paisajes diseñados al milímetro, avatares que flotan, se sumergen, se evaporan. ¿Y si los balnearios entraran en ese juego? ¿Y si el termalismo, tan ligado al cuerpo, al territorio, al agua que brota de la tierra, se transformara en experiencia digital?
La idea no es tan lejana. Ya existen simulaciones de spas, entornos de relajación virtual, recorridos por instalaciones termales en 3D. Pero ¿qué pasaría si el metaverso ofreciera algo más? Una experiencia inmersiva donde el usuario, con gafas de realidad virtual y sensores hápticos, sintiera el calor del agua, el peso del vapor, el murmullo de las piedras. Un balneario sin agua, pero con memoria de agua.
El cuerpo virtual y la nostalgia del tacto
La experiencia termal es profundamente sensorial. No se trata solo de temperatura o humedad, sino de tacto, de piel, de respiración. En un balneario, el cuerpo se entrega: flota, se relaja, se deja cuidar. ¿Puede el metaverso replicar eso? ¿Puede una simulación provocar descanso real?
La neurociencia sugiere que sí. El cerebro responde a estímulos visuales y auditivos como si fueran reales. Si se añaden vibraciones, presión, temperatura simulada, el cuerpo puede “creer” que está en otro lugar. Pero hay algo que se escapa: el olor del azufre, la textura del barro, el silencio compartido con otros cuerpos presentes. La experiencia termal no es solo individual, es también colectiva, ritual, ancestral.
En el metaverso, el balneario sería otro. Un espacio de exploración, de juego, de diseño emocional. Podríamos elegir el paisaje: un bosque gallego, una terma romana, una cueva de cuarzo. Podríamos ajustar la temperatura, el tipo de agua, la música. Incluso podríamos compartir la experiencia con otros avatares, conversar, meditar, flotar juntos. Pero ¿sería eso termalismo? ¿O solo una metáfora?
Termalismo digital: ¿futuro complementario o simulacro?
Los balnearios en el metaverso no sustituirían los reales. Serían otra cosa. Una puerta de entrada, una herramienta terapéutica, una forma de acercarse al bienestar cuando el cuerpo no puede desplazarse. Para personas con movilidad reducida, ansiedad, estrés crónico, podría ser útil. También para divulgar el patrimonio termal, para enseñar, para imaginar.
Pero el termalismo auténtico sigue estando en el agua que brota, en el territorio que la acoge, en la historia que la envuelve. En Caldaria, por ejemplo, el termalismo es paisaje, comunidad, cuidado. Es el tiempo lento, el cuerpo presente, la conversación pausada. Eso no se simula. Se vive.
Quizás el metaverso pueda ayudarnos a soñar el agua. Pero el cuerpo sigue necesitando tocarla.